El vertiginoso desarrollo de la sociedad de la información y su reflejo en la nueva economía ha hecho
plantearse de forma acuciante una serie de cuestiones ¿ la sociedad de la información va a unir o separar a
los individuos? ¿Va a ampliar o reducir las diferencias entre países o regiones? ¿ Va a mejorar las
perspectivas profesionales de los individuos?.
Estas cuestiones se plantearon inicialmente en los EE.UU., donde se acuñó el término brecha digital (digital divide) muy asociado a las posibilidades de cohesión social que posibilita la interconectividad generada por Internet.
Para contestar a estas cuestiones vamos a utilizar un microscopio virtual, ganando cada vez más detalle. Comencemos por el impacto sobre las sociedades, continuemos por las empresas y terminemos en el impacto individual.
Una simple ojeada al mapa de penetración de Internet en el mundo muestra claramente la existencia de dos grandes mundos: el conectado y el no conectado. El primero coincide con América del Norte, Europa Occidental, Japón y Sudáfrica. El segundo abarca el resto del planeta.
Cómo vemos el papa geográfico de la conectividad coincide de manera clara con los países de rentas más altas. Si la capacidad de intercambio de información se relaciona directamente con el desarrollo económico parece claro que la nueva economía va a incrementar la brecha entre países. Sin embargo la realidad es más compleja. El desarrollo de las infraestructuras digitales es menos oneroso que el de las infraestructuras físicas, lo que permite que ciertos países estén incrementando su presencia en el mundo digital. Los casos más claros son la India y en menor escala Filipinas.
La Indía se ha convertido en un importante proveedor de servicios de software y de gestión de contenidos gracias a su disponibilidad de técnicos cualificados con costes salariales reducidos. Gracias a las redes digitales su trabajo desarrollado localmente puede ser aplicado en mercados globales. Filipinas, de manera algo más oscura esta siguiendo este camino. No es casualidad que el virus “I love you” fuese creado en Manila.
La consecuencia es clara, si se dispone de la capacidad de conexión mínima y un recurso clave, el talento de las personas, la nueva economía va a suponer para muchos países un importante motor de desarrollo económico. La brecha digital puede cerrarse.
Aumentemos el grado de aproximación y consideremos nuestro papel como individuos en la nueva economía. ¿ De que va a depender nuestra inserción en la sociedad digital ?. La respuesta parece ser clara de nuestra propia capacidad de interconexión. Tomemos como ejemplo la inserción profesional.
La evolución de las organizaciones se orienta claramente hacia estructuras en red que permitan la suficiente flexibilidad en un entorno de rápido cambio. Dentro de estas estructuras el papel de los profesionales va a cambiar de manera continua, adoptando el papel de nodos en una red orientada a un objetivo de negocio muy concreto.
Ello va implicar por un lado el desarrollo de un número de capacidades mayor que el actual que permitan actuar en un medio más cambiante. Por otro lado va a ser más crítico que ahora la capacidad de desarrollar una red profesional propia con un papel muy claro, el de red de seguridad ante un entorno más incierto. Para todo ello el acceso a los contenidos y la posibilidades de comunicación que abre la red está ya siendo crítico. Sin acceso no hay conexión.
Estas cuestiones se plantearon inicialmente en los EE.UU., donde se acuñó el término brecha digital (digital divide) muy asociado a las posibilidades de cohesión social que posibilita la interconectividad generada por Internet.
Para contestar a estas cuestiones vamos a utilizar un microscopio virtual, ganando cada vez más detalle. Comencemos por el impacto sobre las sociedades, continuemos por las empresas y terminemos en el impacto individual.
Una simple ojeada al mapa de penetración de Internet en el mundo muestra claramente la existencia de dos grandes mundos: el conectado y el no conectado. El primero coincide con América del Norte, Europa Occidental, Japón y Sudáfrica. El segundo abarca el resto del planeta.
Cómo vemos el papa geográfico de la conectividad coincide de manera clara con los países de rentas más altas. Si la capacidad de intercambio de información se relaciona directamente con el desarrollo económico parece claro que la nueva economía va a incrementar la brecha entre países. Sin embargo la realidad es más compleja. El desarrollo de las infraestructuras digitales es menos oneroso que el de las infraestructuras físicas, lo que permite que ciertos países estén incrementando su presencia en el mundo digital. Los casos más claros son la India y en menor escala Filipinas.
La Indía se ha convertido en un importante proveedor de servicios de software y de gestión de contenidos gracias a su disponibilidad de técnicos cualificados con costes salariales reducidos. Gracias a las redes digitales su trabajo desarrollado localmente puede ser aplicado en mercados globales. Filipinas, de manera algo más oscura esta siguiendo este camino. No es casualidad que el virus “I love you” fuese creado en Manila.
La consecuencia es clara, si se dispone de la capacidad de conexión mínima y un recurso clave, el talento de las personas, la nueva economía va a suponer para muchos países un importante motor de desarrollo económico. La brecha digital puede cerrarse.
Aumentemos el grado de aproximación y consideremos nuestro papel como individuos en la nueva economía. ¿ De que va a depender nuestra inserción en la sociedad digital ?. La respuesta parece ser clara de nuestra propia capacidad de interconexión. Tomemos como ejemplo la inserción profesional.
La evolución de las organizaciones se orienta claramente hacia estructuras en red que permitan la suficiente flexibilidad en un entorno de rápido cambio. Dentro de estas estructuras el papel de los profesionales va a cambiar de manera continua, adoptando el papel de nodos en una red orientada a un objetivo de negocio muy concreto.
Ello va implicar por un lado el desarrollo de un número de capacidades mayor que el actual que permitan actuar en un medio más cambiante. Por otro lado va a ser más crítico que ahora la capacidad de desarrollar una red profesional propia con un papel muy claro, el de red de seguridad ante un entorno más incierto. Para todo ello el acceso a los contenidos y la posibilidades de comunicación que abre la red está ya siendo crítico. Sin acceso no hay conexión.
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